Sobre los huevos

Para que haya "gallinas ponedoras" primero tienen que nacer, y para ello incuban huevos en enormes galpones. El pollito que eclosiona del huevo es seleccionado y en función del sexo es condenado a una vida de esclavitud o a la muerte. Si el pollito es hembra pasará a la producción de huevos, si es macho es triturado vivo junto con su cascarón y su cuerpo servirá de comida a otros animales o es tirado a contenedores de basura hasta que se ahoque o muera de hambre, debido a que los pollos macho de la raza de "gallinas ponedoras" no ponen huevos y no engordan lo suficiente para ser económicamente rentables.


El 98% de las gallinas que se utilizan para poner huevos pasan su vida en jaulas
dentro de enormes bodegas, donde ni siquiera pueden extender un ala. 
Los alambres de las jaulas dañan sus plumas, su piel y deforman sus patas.  
Para evitar comportamientos violentos ocasionados por el estrés del confinamiento, a las gallinas se les mantiene en semioscuridad y sus picos son cortados con una navaja al rojo vivo y sin administrarles anestesia o analgésicos. Para forzar a las gallinas a otro ciclo de puesta, los granjeros las dejan durante días en la oscuridad, sin comer ni beber, lo cual ocasiona que pierdan plumas y peso. Aun cuando las gallinas pueden vivir por más de 15 años, sus vidas son acortadas a 2 años en esta industria.

Generalmente el máximo producido en estas condiciones es de 400 huevos por gallina. Cuando dejan de producir se les mata. Millones de gallinas que “ya no sirven” son enviadas al matadero cada año. Su carne se usa para comida de animales de compañía o para preparar caldos.